martes, 2 de agosto de 2011

Cine y memoria histórica. Violencia paramilitar en Retratos en un mar de mentiras, de Carlos Gaviria.


La sociedad a la cual pertenecemos los colombianos nos ha impuesto la cultura del miedo. Miedo que nos obliga a olvidar y a callar. Esta cultura, además, es alimentada constantemente por los medios masivos de comunicación que son los encargados de maquillar las monstruosidades cometidas por el Estado a través de la historia de un país que ha sufrido los estragos de una guerra sucia desde hace, al menos, sesenta años.

Pero son algunos sectores sociales los que más han padecido los impactos de la guerra, ya que han sido estigmatizados por agentes de el Estado como enemigos de éste; tal es el caso de los defensores de derechos humanos, organizaciones campesinas, sindicalistas, entre otros. Pero ésto no es todo. Lo realmente preocupante es que las estrategias de exterminio que se han llevado a cabo contra estos sectores específicos de la sociedad son justificadas como una necesaria limpieza social por ser considerados una amenaza para las políticas de dicho Estado.

Ante la injusticia social, las víctimas han hecho toda clase de intentos por hacer visibles su problemática con el fin de contribuir a la construcción de la memoria histórica de un país que ha sufrido las atrocidades de la guerra por más de cincuenta años.
Pero las políticas del estado colombiano no ofrecen las condiciones para la construcción de esta memoria histórica que garantiza la no repetición de tantos hechos de violencia e impunidad. Además, encontramos los medios masivos de comunicación encargados de reproducir y legitimar las políticas de seguridad de el Estado y mostrar a los colombianos una realidad completamente distinta a la que vivimos, invisibilizando y justificando las aberraciones cometidas por los agentes del estado colombiano, logrando el objetivo de anestesiar el resto de la sociedad ante estos hechos monstruosos.



Es por eso que la academia y el arte en general, desempeñan un papel importante en la reconstrucción y el cultivo de la memoria. Se puede decir que, al ser la realidad un punto de partida para la creación de cualquier obra de arte pero, más aún para el cine, por ser de carácter más popular que el resto de las artes, se logra transmitir de forma casi inmediata un mensaje de carácter social que tiene como fin la defensa de los derechos humanos, cultivar la memoria histórica y hacer visible una realidad que ha sido maquillada por los medios convencionales de comunicación en nuestro país.

Desde los comienzos del cine, muchas películas se han caracterizado por su temática social y política, esto se evidencia desde la cinematografía de personajes como Fritz Lang y Sergei Eiseinstein, por mencionar un par de ejemplos. En el caso latinoamericano se puede mencionar el papel de Nuevo Cine Latinoamericano que nació por la necesidad de algunas naciones por conformar el testimonio cinematográfico de sus realidades, también cabe mencionar el caso de España, donde el cine ha servido de medio para que algunos directores hagan visible la terrible realidad que vivieron durante la época del franquismo.
Es por eso que el arte de la imagen debe constituir un buen medio de expresión artística para la defensa de los derechos humanos y sobre todo para el cultivo y la construcción de la memoria histórica de un país que ha sido golpeado por tantas guerras.
El arte, pero sobre todo el cine, por su carácter popular, como ya mencionamos, no debe hacerse el de la vista gorda en una sociedad como la colombiana, donde la violación de los derechos humanos es el pan de cada día. El cine debe evidenciar esta realidad que los medios oficiales de comunicación se encargan de ocultar, sembrando con esto, la ingenuidad en un gran porcentaje de los ciudadanos colombianos que no cuestionan la información que les es bombardeada a diario por dichos medios. No en vano existen personajes ingenuos a la manera de JAIRO el protagonista de la película de Carlos Gaviria, tema a tratar en este escrito. Personajes como éste, tienen una idea errada del país en que vivimos, ya que según ellos, Colombia es un gran “vividero”. Un país, donde, según su manera facilista de solucionar los problemas de índole social, es tomar el camino fácil y no “dar papaya”. Un lugar donde la violencia se justifica si no eres un buen cristiano ya que este es país de “El sagrado corazón”.

Nuestro país, un “vividero” donde los militares son niños que juegan a ser súperhéroes y a parecerse a los superhéroes de Hollywood, a través de los cuales el gran imperio nos ha vendido su imagen de salvador del mundo y que, gracias a su ayuda para combatir la insurgencia y el narcotráfico, Colombia es un Estado social de derecho donde prevalece la política de seguridad democrática.

Retratos en un mar de mentiras narra, al mejor estilo Road movies, el viaje de dos primos, el “gracioso” Jairo y la “loca” Marina. Los dos primos parten desde la Bogotá donde predomina la indiferencia de su gente, recorriendo hermosos paisajes en donde, de vez en cuando, se asomaba una familia desplazada a pedir limosna, pero ésta resultaba opacada por ese vividero bonito del cual hacía alarde Jairo.
Finaliza en la Costa Caribe este recorrido que muestra poco a poco la realidad de un país azotado por la violencia, realidad que la limitada cámara de Jairo no logra captar. Una limitación impuesta por el personaje, ya que según su forma de ver las cosas, Colombia es un país bonito que hay que disfrutar y según él, lo mejor que Marina debe hacer es olvidarse de sus traumas del pasado. Seguro del paraíso donde vivía, éste curioso personaje afirma que si él no se mete con nadie, nadie se mete con él.

Los personajes deciden viajar a reclamar esas tierras que en el pasado les habían arrebatado los asesinos paramilitares, cuando Marina era aún muy pequeña.
Retratos en un mar de mentiras se penetra en el viaje físico y emocional que inicia la protagonista, es decir, Marina, desde el momento que no tiene más alternativa que acompañar a su primo a ese pueblo cerca del mar (origen de su nombre), donde vivió parte de su infancia antes de ser desplazada por la violencia. De esta forma, ese viaje emocional de Marina, quien encerrada en su mutismo, a través de sus recuerdos, nos muestra la cruel realidad que vivieron, ella y toda su familia, por culpa de la violencia paramilitar en esa zona del país.

Esta gran pieza cinematográfica muestra una Colombia que puede ser al mismo tiempo un gran paraíso y un infierno. El relato nos enseña sin reservas la verdad de una violencia que azota al país desde épocas remotas y que no ha finalizado aunque el gobierno de santos pretenda convencernos de la desmovilización de los grupos paramilitares y que quienes operan en la zona ya son nuevas bandas criminales, denominadas BACRIM. El relato hace visible una realidad que el gobierno también pretende ocultar y es la realidad que han tenido que enfrentar los más de cuatro millones y medio de desplazados que existen en Colombia.

Finalmente, teniendo en cuenta que uno de los retos del movimiento social es recuperar la voz de las víctimas, el cine se convierte entonces, en un buen medio de construcción de la memoria histórica, para así garantizar la no repetición de crímenes de lesa humanidad, la aceptación pública de los hechos, y la recuperación de la de la dignidad de las víctimas.








RENATA CABRALES.

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