martes, 2 de agosto de 2011

Cine y memoria histórica. Violencia paramilitar en Retratos en un mar de mentiras, de Carlos Gaviria.


La sociedad a la cual pertenecemos los colombianos nos ha impuesto la cultura del miedo. Miedo que nos obliga a olvidar y a callar. Esta cultura, además, es alimentada constantemente por los medios masivos de comunicación que son los encargados de maquillar las monstruosidades cometidas por el Estado a través de la historia de un país que ha sufrido los estragos de una guerra sucia desde hace, al menos, sesenta años.

Pero son algunos sectores sociales los que más han padecido los impactos de la guerra, ya que han sido estigmatizados por agentes de el Estado como enemigos de éste; tal es el caso de los defensores de derechos humanos, organizaciones campesinas, sindicalistas, entre otros. Pero ésto no es todo. Lo realmente preocupante es que las estrategias de exterminio que se han llevado a cabo contra estos sectores específicos de la sociedad son justificadas como una necesaria limpieza social por ser considerados una amenaza para las políticas de dicho Estado.

Ante la injusticia social, las víctimas han hecho toda clase de intentos por hacer visibles su problemática con el fin de contribuir a la construcción de la memoria histórica de un país que ha sufrido las atrocidades de la guerra por más de cincuenta años.
Pero las políticas del estado colombiano no ofrecen las condiciones para la construcción de esta memoria histórica que garantiza la no repetición de tantos hechos de violencia e impunidad. Además, encontramos los medios masivos de comunicación encargados de reproducir y legitimar las políticas de seguridad de el Estado y mostrar a los colombianos una realidad completamente distinta a la que vivimos, invisibilizando y justificando las aberraciones cometidas por los agentes del estado colombiano, logrando el objetivo de anestesiar el resto de la sociedad ante estos hechos monstruosos.



Es por eso que la academia y el arte en general, desempeñan un papel importante en la reconstrucción y el cultivo de la memoria. Se puede decir que, al ser la realidad un punto de partida para la creación de cualquier obra de arte pero, más aún para el cine, por ser de carácter más popular que el resto de las artes, se logra transmitir de forma casi inmediata un mensaje de carácter social que tiene como fin la defensa de los derechos humanos, cultivar la memoria histórica y hacer visible una realidad que ha sido maquillada por los medios convencionales de comunicación en nuestro país.

Desde los comienzos del cine, muchas películas se han caracterizado por su temática social y política, esto se evidencia desde la cinematografía de personajes como Fritz Lang y Sergei Eiseinstein, por mencionar un par de ejemplos. En el caso latinoamericano se puede mencionar el papel de Nuevo Cine Latinoamericano que nació por la necesidad de algunas naciones por conformar el testimonio cinematográfico de sus realidades, también cabe mencionar el caso de España, donde el cine ha servido de medio para que algunos directores hagan visible la terrible realidad que vivieron durante la época del franquismo.
Es por eso que el arte de la imagen debe constituir un buen medio de expresión artística para la defensa de los derechos humanos y sobre todo para el cultivo y la construcción de la memoria histórica de un país que ha sido golpeado por tantas guerras.
El arte, pero sobre todo el cine, por su carácter popular, como ya mencionamos, no debe hacerse el de la vista gorda en una sociedad como la colombiana, donde la violación de los derechos humanos es el pan de cada día. El cine debe evidenciar esta realidad que los medios oficiales de comunicación se encargan de ocultar, sembrando con esto, la ingenuidad en un gran porcentaje de los ciudadanos colombianos que no cuestionan la información que les es bombardeada a diario por dichos medios. No en vano existen personajes ingenuos a la manera de JAIRO el protagonista de la película de Carlos Gaviria, tema a tratar en este escrito. Personajes como éste, tienen una idea errada del país en que vivimos, ya que según ellos, Colombia es un gran “vividero”. Un país, donde, según su manera facilista de solucionar los problemas de índole social, es tomar el camino fácil y no “dar papaya”. Un lugar donde la violencia se justifica si no eres un buen cristiano ya que este es país de “El sagrado corazón”.

Nuestro país, un “vividero” donde los militares son niños que juegan a ser súperhéroes y a parecerse a los superhéroes de Hollywood, a través de los cuales el gran imperio nos ha vendido su imagen de salvador del mundo y que, gracias a su ayuda para combatir la insurgencia y el narcotráfico, Colombia es un Estado social de derecho donde prevalece la política de seguridad democrática.

Retratos en un mar de mentiras narra, al mejor estilo Road movies, el viaje de dos primos, el “gracioso” Jairo y la “loca” Marina. Los dos primos parten desde la Bogotá donde predomina la indiferencia de su gente, recorriendo hermosos paisajes en donde, de vez en cuando, se asomaba una familia desplazada a pedir limosna, pero ésta resultaba opacada por ese vividero bonito del cual hacía alarde Jairo.
Finaliza en la Costa Caribe este recorrido que muestra poco a poco la realidad de un país azotado por la violencia, realidad que la limitada cámara de Jairo no logra captar. Una limitación impuesta por el personaje, ya que según su forma de ver las cosas, Colombia es un país bonito que hay que disfrutar y según él, lo mejor que Marina debe hacer es olvidarse de sus traumas del pasado. Seguro del paraíso donde vivía, éste curioso personaje afirma que si él no se mete con nadie, nadie se mete con él.

Los personajes deciden viajar a reclamar esas tierras que en el pasado les habían arrebatado los asesinos paramilitares, cuando Marina era aún muy pequeña.
Retratos en un mar de mentiras se penetra en el viaje físico y emocional que inicia la protagonista, es decir, Marina, desde el momento que no tiene más alternativa que acompañar a su primo a ese pueblo cerca del mar (origen de su nombre), donde vivió parte de su infancia antes de ser desplazada por la violencia. De esta forma, ese viaje emocional de Marina, quien encerrada en su mutismo, a través de sus recuerdos, nos muestra la cruel realidad que vivieron, ella y toda su familia, por culpa de la violencia paramilitar en esa zona del país.

Esta gran pieza cinematográfica muestra una Colombia que puede ser al mismo tiempo un gran paraíso y un infierno. El relato nos enseña sin reservas la verdad de una violencia que azota al país desde épocas remotas y que no ha finalizado aunque el gobierno de santos pretenda convencernos de la desmovilización de los grupos paramilitares y que quienes operan en la zona ya son nuevas bandas criminales, denominadas BACRIM. El relato hace visible una realidad que el gobierno también pretende ocultar y es la realidad que han tenido que enfrentar los más de cuatro millones y medio de desplazados que existen en Colombia.

Finalmente, teniendo en cuenta que uno de los retos del movimiento social es recuperar la voz de las víctimas, el cine se convierte entonces, en un buen medio de construcción de la memoria histórica, para así garantizar la no repetición de crímenes de lesa humanidad, la aceptación pública de los hechos, y la recuperación de la de la dignidad de las víctimas.








RENATA CABRALES.

domingo, 20 de marzo de 2011

EL ORDEN NATURAL DE LAS COSAS: A propósito del día internacional de la mujer.

Las mujeres siempre hemos cargado a cuestas la cruz de pertenecer al sexo, mal llamado, débil. Alguna que otra afortunada dirá que nunca ha sufrido por su condición femenina, pero esto es debido a que se conforman con el papel que la sociedad nos ha impuesto. Es decir, muchas aceptan con orgullo que es mejor estar casada con un hombre al cual hay que complacer todo el tiempo, porque según ellas, “complacer” al hombre es una obligación de la mujer y no un deber mutuo. También se sienten plenas de ver cómo el marido, convenientemente, se transforma en un niño más a quien la esposa-niñera debe cuidar y atender. Pero ellas se sienten plenas con su niño grande y, aún, no se dan cuenta que una no se casa para ser mamá, se casa para tener al lado un compañero, una mano derecha y un marido dispuesto a complacerla a una también en la cama. Sí, ellos también deben complacer a la mujer, no es cierto que debamos aguantar hambre para vernos flacas y bañarnos con todos los productos que el mercado, tan condescendiente, fabrica para nosotras, haciéndonos creer que debemos lucir lindas para ellos.
Según los roles impuestos arbitrariamente por la sociedad patriarcal, nuestro deber es complacer al hombre, pero aún así, desde el nacimiento, muchas mujeres han sido rechazadas por sus propios padres y por la misma sociedad de la que estamos hablando. En la Costa Atlántica de nuestro país, los hombres sólo desean tener hijos “machos”. En la India, por ejemplo, muchas mujeres han sido maltratadas y hasta quemadas por sus maridos por no parir hijos hombres. Y, sin ir más lejos, ¿de qué creen que hace apología la famosa canción de Cuco Valoy que dice: “Nació varón”?
Otra imposición social y para algunas personas con pensamiento machista, este es “el orden natural de las cosas”, las mujeres en nuestra sociedad, somos educadas, desde niñas, como una mujer “hacendosa”. No me atrevo a generalizar, pero en muchos hogares de la Costa Caribe colombiana, cuna del machismo, aún se ven estos casos. En esta zona de nuestro país, se les inculca a las niñas, desde muy pequeñas, que deben ser mujeres “hacendosas” con el único fin de tener más probabilidades de conseguir marido en la edad adulta. Frases como “ya sabes cocinar, ya te puedes casar”, son típicas por esos lados. Y, además, esto es universal, nos han impuesto la culpa, nos han hecho creer que debemos sentirnos culpables si somos más inteligentes y hacemos algo mejor que ellos y, es por eso, que a veces les sonreímos demasiado, como pidiendo disculpas por nuestras capacidades femeninas.
Aparte de todas estas imposiciones absurdas, hay algunos asuntos no menos trágicos con los cuales tenemos que lidiar. Primero que todo, tenemos el temido período menstrual que a su vez, viene acompañado de un mal aún peor: SPM. Para los que no saben: Síndrome pre-menstrual, acompañado, en su grado más severo, de depresión, irritabilidad, insomnio, fatiga crónica, dolor de cabeza, dolor mamario y pelviano, frigidez, distensión abdominal, retención de líquido, problemas cutáneos, ojeras, hipoglicemia, etc. Pero estos síntomas, para algunos señores que ignoran las dolencias de exclusividad femenina, son sólo una excusa de nosotras para no atenderlos o montarles cantaleta y, en lugar de ponerse en nuestros zapatos, nos tildan de locas y neuróticas y algunas amas de casa se ganan el injusto título de perezosas o, en el peor de los casos: frígidas.
Luego tenemos el embarazo, seguido de su meta final: el parto. Para nadie es un secreto que llevar por nueve meses un pequeño ser en el vientre, es algo monstruoso. Soportar las primeras molestias del embarazo, como las náuseas, los mareos, los dolores de cabeza, la constipación, etc., no nos dejan muchas ganas de ser las dulces mamás que debemos ser “porque es lo más natural”.
Y ¿qué decir del parto? No hay acto más sangriento que ese crudo momento. Una madre doblándose de dolor y una criatura sufriendo su primer trauma: abandonar el vientre materno, donde está muy cómodo, para llegar a este mundo cruel. Y lo peor, si es niña, aguantarse la mala cara del papá machista que deseó hasta el último momento, que la criatura fuese todo un varón, aún a sabiendas de que la ecografía tiene un margen de error bastante bajo.

Pero, insisto, que las mujeres tengamos que someternos a la voluntad de la mayoría de los hombres y, que además, estemos obligadas a ser madres para prolongar la especie machista, no es “el orden natural de las cosas”. No en vano mujeres muchas mujeres defendieron nuestros derechos, tales como : Clara Zetkin, quien luchó por la igualdad de derechos y el derecho al voto y, además, fue ella la que decidió que a partir del 8 de marzo de 1911, dicha fecha se considerara el "Día Internacional de la Mujer" o "Día de la Mujer Trabajadora"; Olimpia de Gouges, quien publicó en septiembre de 1791 un manifiesto titulado La Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana; Ana María Mozzoni quien inició, tras la unificación de Italia en 1870, la lucha contra la discriminación de la mujer en el recién nacido estado; Flora Tristán, quien en Francia emprendió una campaña a favor de la emancipación de la mujer; Mary Wollstonecraft, que en su obra más famosa, Vindicación de los derechos de la mujer (1792), afirmó que el ideal del matrimonio reside en la afinidad intelectual y abogó por la igualdad educativa y de oportunidades para ambos sexos. Y ni qué decir de nuestras compatriotas Juana Julia Guzmán, María Reyes de Mulato, Betsabé Espinal, María Cano, Ofelia Uribe, Esmeralda Arboleda, Yira Castro, entre muchísimas otras damas a quienes les hago un merecido homenaje, hoy día de la mujer, por haber luchado aguerridamente con el fin de hacer valer nuestros derechos y asegurarnos un merecido lugar dentro de la sociedad.
Y toda esta lucha como para que en pleno siglo XXI, muchos hombres, con la colaboración de muchas damas, aún conserven el absurdo pensamiento de que las mujeres sólo servimos para cocinar, lavar, planchar y parir. Es cierto, no sólo lo hacemos, porque a veces nos toca y no le sacamos el cuerpo al trabajo, sino que al mismo tiempo podemos ser profesionales, madres (si lo decidimos, porque no es obligación), esposas, amas de casa y hasta nos maquillamos mientras conducimos, actividades paralelas que un caballero difícilmente podría realizar.
Es nuestra naturaleza, estamos hechas de acero y sí, podemos con todo, pero no porque tengamos que complacer a los señores. Y por eso muchas apoyamos la liberación femenina, no para buscar una igualdad física y competir a ver quién puede más, sino para exigir derechos de igualdad de condiciones en todos los espacios que compartimos, pero, sobre todo, en la casa y en el hogar. ESTE ES EL ÚNICO ORDEN NATURAL DE LAS COSAS.

sábado, 17 de julio de 2010

YIRA CASTRO ( 1942 - 1981)


“El marxismo- leninismo es la ciencia que muestra el verdadero camino que conduce a la liberación femenina y a la conquista de la plena igualdad de derechos. Ese camino es el mismo que debe recorrer la clase obrera y por lo tanto el puesto de la mujer está en el partido de clase del proletariado”
Yira Castro.

A sólo pocos días de la condena histórica contra el Estado colombiano, por el asesinato del senador Manuel Cepeda Vargas, dirigente de la Unión Patriótica; quienes nos alegramos con la noticia, recordamos por estos días el aniversario de muerte de Yira Castro de Cepeda: su compañera de lucha.

Al igual que su esposo, Yira Castro también fue militante del PCC. Defensora acérrima de los derechos del proletariado y de la mujer. Es por eso que es preciso traer a colación el viejo refrán que dice “Detrás de un gran hombre, hay una gran mujer”.

Para quienes aún desconocen su papel de defensora de los derechos de la clase obrera y de la mujer, Yira Castro fue dirigente del Partido Comunista Colombiano. Siendo muy joven ingresó a la JUCO, donde llegó a ser una gran agitadora de las cusas revolucionarias y, por esta razón, fue detenida, por primera vez, a los 17 años. En vista de que su dedicación a la causa del pueblo se hace más intensa, sería detenida un par de veces más en el transcurso de su corta pero fructífera existencia, sin convertirse esto, en un osbtáculo para la persecución de sus objetivos. Más adelante se hizo miembro del Comité Regional de Bogotá y trabajó en la redacción de Semanario comunista Voz Proletaria, el cual funciona hoy bajo el nombre de Semanario Voz.
Hizo parte también del Círculo de periodistas de Bogotá. Siendo ya la esposa del entonces tambien miembro del PCC, Manuel Cepeda Vargas, por decisión del partido, viajan a Cuba y a Checoslovaquia, lo cual les permite conocer el socialismo más de cerca. Estando en la capital de Checoslovaquia, Yira Castro crea un periódico mural para América Latina. Luego de una productiva carrera en el PCC, es elegida, en 1980, al concejo de Bogotá. Labor que logra ejercer por corto tiempo debido a que, en medio de tantas luchas, hubo una que no logró vencer: la lucha contra la inevitable muerte . Yira Castro fallece en forma prematura, debido a una extraña enfermedad, el 9 de julio de 1981.

Es importante destacar su labor como organizadora de las masas populares, pero también su labor como defensora de los derechos de la mujer.
Este artículo ha sido pensado con el fin de homenajear su memoria e invitar a las mujeres colombianas comprometidas con la causa, a seguir adelante con la lucha por la igualdad de derechos y la emancipación femenina dentro de la sociedad que las oprime, teniendo en cuenta que la opresión de las mujeres es inherente a la existencia de la sociedad clasista.

Los reportajes que Yira Castro escribía para Voz proletaria, tenían como objetivo mostrar la realidad que enfrentaban a diario las mujeres de la clase obrera, a quienes consagró gran parte de su tiempo, luchando por su liberación y tratando siempre de encontrar una solución viable a su situación de mujeres víctmas de la discriminación y explotación propias del sistema capitalista. Al igual que Mary Wollstonecraft, esta luchadora por la liberación femenina, argumentaba que también las mujeres tienen derecho a la libertad.

Comprendia perfectamente esta mujer genial, que para conseguir la liberacion de la mujer había que apoyarse en las teorías de Lenin acerca de la liberación femenina y ponerlas en práctica. Y lo que Lenin propuso hace tiempo fue nada menos que “Con la liberación de la clase obrera y la eliminación de la explotación, se podrá obtener la liberación de la mujer, la igualdad y la plenitud de los derechos que únicamente se conquistaran en la lucha por los objetivos revolucionarios comunes”.

La labor de esta mujer con ideología marxista-leninista, es comparable a la de mujeres como Maria Cano, primera mujer líder política en Colombia, quien dirigió la lucha por los derechos civíles fundamentales de la población y por los derechos de los obreros. Quien participó, además, en la fundación del Partido Socialista Revolucionaria.

Desde Mary Wolstonecraff, Clara Zetkin, Simone Weil, Alexandra Kollantai, Rosa Luxemburgo, Simone de Beauvoir, hasta María Cano y Yira Castro de Cepeda, hacen parte de un armonioso conjunto de pensadoras de diferentes tendencias, pero todas motivadas por el deseo de liberación femenina y por la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres dentro de la sociedad. Mujeres dedicadas a luchar por la emancipación de la mujer y de la clase obrera, tan consagradas a su causa que, algunas de ellas, Simone Weil, Rosa Luxemburgo, Yira Castro, murieron en esta lucha o a causa de ésta.

Yira Castro de Cepeda fue educadora, periodista, Concejal de Bogotá. Pero además, una esposa y una madre consagrada al hogar, “una mujer digna de seguir su ejemplo”, como afirma Cepeda Vargas, en la biografía que escribió poco tiempo después de que la inexorable muerte le arrancara de los brazos a su amada esposa.

Para homenajear a esta gran humanista colombiana en su aniversario de muerte, las personas agradecidas con su causa, enarbolamos hoy, su bandera de la alegría, mientras alimentamos a diario la esperanza de que nuestro pueblo, en algún momento, “creará otras Yiras”.


RENATA CABRALES.

EL ALZHEIMER DE INGRID.


Creo que el primero en notarlo fue su ex marido: Juan Carlos Lecompte (pobre bobo) a quien Ingrid se le olvidó darle las gracias por todos los esfuerzos que hizo por su liberación, y su única señal de agradecimiento el día de su rescate, fue mirarlo como médico a paciente desahuciado (ya se vislumbraban los primeros síntomas de la penosa enfermedad: la desahusiada es ella ).


Al escuchar la noticia del fallo de la demanda contra el Estado colombiano, a favor de los familiares del asesinado senador Manuel Cepeda, lloré de felicidad, no sólo porque al fin se hizo justicia, como también porque su hijo Ivan Cepeda, dedicado a la búsqueda de la justicia, la verdad y la reparación integral a las victimas del genocidio de la UP, ha destinado este dinero a un fondo en beneficio de los hijos y nietos de las víctimas de dicho genocidio. Ésto sólo lo hace alguien, cuyo interés no es, en definitiva, lucrarse con el dinero de los colombianos.

Pero por fortuna de algunos pocos, vivimos en un país con una clase dirigente que padece un mal endémico: Mal de Alzheimer. El primero en reconocer que lo padecía fue Mockus. Pero ¿quién quiere saber de Mockus y su Ola Verde en este momento?

Nos encontramos ahora con la ignominiosa situación por la que atraviesa el representante a la cámara por Bogotá: Ivan Cepeda. Por fin hubiera podido respirar un poco de tranquilidad, después de haber comprobado que la justicia cogea, pero llega, cuando otro par de enfermos de Alzheimer salen al acecho: Andrés Felipe Arias quien olvidó que el pueblo lo odia por el escándalo de Agro-robo-seguro y José obdulio Gaviria, a quien se le olvidan sus genes cada vez que sale a despotricar en contra de inocentes. A este par de aves de rapiña se les olvidó, que el Senador Cepeda, vilmente asesinado, fue la víctima y no el victimario.

Pero no hay Alzheimer en estado más avanzado que el que padece la ex-candidata a la presidencia: Ingrid Betancourt. Creo que el primero en notarlo fue su ex marido: Juan Carlos Lecompte (pobre bobo) a quien Ingrid se le olvidó darle las gracias por todos los esfuerzos que hizo por su liberación, y su única señal de agradecimiento el día de su rescate, fue mirarlo como médico a paciente desahuciado (ya se vislumbraban los primeros sintomas de la penosa enfermedad: la desahusiada es ella).

Poco a poco la enfermedad fue tornándose implacable. Ingrid olvidó que los colombianos lloraron (no todos) cuando vieron recorrer el mundo a su dramática foto en cautiverio. Olvidó Ingrid, que la famosa Operación Jaque, llevada a cabo por las Fuerzas Militares de Colombia, no fue gratis. Se le olvidó a Ingrid que hasta el gobierno Francés intervino en la negociacion para liberar a Granda, canciller de las FARC, para hacer más factible su liberación. Se le olvida a la dama la importancia de llamarse Ingrid, porque de nos ser por eso estaría acompañando a los cientos de colombianos anónimos que aún están en cautiverio y por los que nadie hace nada.

Se le olvida a esta damita afrancesada que cada día aumentan más las cifras de personas víctimas del desplazamiento y que el gobierno, con el descaro que lo caracteriza, ha finiquitado la limosna que les daba, queriendo decir que ya todo está solucionado para esta población; cuando aún hay millones de víctimas esperando ser indenizados, con la esperanza de que se cumplan las órdenes emitidas por la corte constitucional, para así poder superar el estado de cosas incostitucional y recibir la atención a la cual tienen derecho y prioridad.

Se les olvidó a Don Quijote (Ingrid) y también a Sancho (Clara) la advertencia de no transitar por la Zona del Caguán a realizar misiones quijotescas, porque corrían el riesgo de ser secuestradas por las FARC.

Pero como Ingrid ya no es colombiana, esto no sólo se le ha olvidado, sino que no le importa, y es que la módica suma de dinero (¿simbólica?) por la que demandará al Estado colombiano, saldrá del bolsillo de nosotros. De los impuestos que pagamos los colombianos.

Peor aún, y esto, en definitiva, demuestra su incapacidad mental, es que se le olvida a la madame, que los colombianos tendremos que aguantarnos la ridicula serie del Canal Caracol acerca de la Operación Jaque, donde ella será la protagonista y donde quedará como un personaje histórico de nuestro país. Propongo que la serie se llame “Todo por la plata” y que la mala del paseo sea la ex-candidata, que quienes la adoraban, ahora la odien, y que suceda como en las telenovelas mexicanas: al final la mala termina en el manicomio. Y que los franceses ya no la llamen Juana de Arco sino Juana la loca.

El Mal de Alzheimer es, entonces, una enfermedad degenerativa del cerebro: muy grave, no tanto para quien la padece, como para el pueblo colombiano.

lunes, 12 de julio de 2010

ALEJANDRA CAMARGO CABRALES (1993-1996). ¿Un caso más de impunidad?

ALEJANDRA CAMARGO CABRALES o caso 5000 de la Fiscalía General de la Nación: víctima de la insaciable sed de poder de los ganaderos cordobeses. Un caso más que se le imputa, sin castigo, a SALVATORE MANCUSO: un pobre diablo que pide perdón por haber matado “erróneamente” a una niña de dos años y ocho meses de edad, y no a su abuelo, defensor de derechos humanos; objetivo militar, según su asesina organización: las AUC.
Para su madre y familiares, que aún la lloran cada 11 de junio, día de su injusta muerte, ALEJANDRA no es un CASO más. Ella vive en sus corazones y la recuerdan como a una niña inteligente y con una conciencia social, que brilla por su ausencia en la clase dominante de un país desangrado por la violencia.
Alejandra vivía en un barrio de estrato bajo de Montería, donde la mayoría de habitantes son obreros asalariados: explotados y oprimidos. Compartía a diario con niños pobres, menos favorecidos que ella. Esta niña, cuya conciencia social no la “recogía del piso”, era privilegiada gracias al esfuerzo de su madre y abuelos por brindarle, haciendo valer los derechos del niño, alimentación, educación, y atención médica. Derechos que han sido negado a la muchos niños de dicha población de la costa atlántica.
Pero a Alejandra no le importaban los esfuerzos de sus progenitores, pues sólo pensaba en los menos afortunados: sus vecinitos, los niños con los que compartía cada día de su vida. Su mejor amiga era Mime, una desafortunada coetánea. Como Alejandra, Mime era hija de madre soltera. Pero la madre de Mime no tuvo acceso a la educación, así que sus oportunidades laborales eran ínfimas. Así, si Mime desayunaba, no almorzaba ni comía. Pero Alejandra notó, con demasiada preocupación para su edad, que no era justo ver sufrir a una niña por hambre, y que lo que en su casa abundaba, en la de Mime faltaba sin justicia divina. Y, para que su amiguita no sufriera por la escasez de alimentos, Alejandra la invitaba a su casa, cada tarde, y le ofrecía su comida. Esta niña, tan pequeña entonces, se “sacaba la comida de la boca” para satisfacer una necesidad básica insatisfecha de otra niña.
El altruismo precoz, Alejandra lo heredó de su abuelo: RENÉ CABRALES SOSSA. Quien fue el presidente del sindicato de trabajadores de la Universidad de Córdoba hasta el momento de su mayor desgracia, la noche del 10 de junio de 1996. Noche en que lo sorprendieron con una ráfaga de plomo donde residía con su mujer, su hijo, sus hijas y su nieta Alejandra en aquél olvidado barrio de Montería.
René no esperaba que la recompensa por defender los derechos de los obreros explotados fuera la muerte de su amada nieta. Siempre actuó como Jesucristo, repartiendo pan al hambriento y agua al sediento. Pero sus misiones, muchas veces, eran quijotescas. Se convirtió, así, en la piedra en el zapato para los sanguinarios miembros de las AUC. Paramilitares y narcotraficantes, quienes robando y asesinando a los más débiles, se apoderaron de Córdoba. También hicieron numerosas masacres (Mapiripan, El Aro, La Gabarra, El salado) comandados por “el mono Mancuso” o “triple cero”, apoyados por el ejército y otras instituciones del Estado colombiano. Dejaron campesinos sin su tierra, a madres sin hijos y mujeres sin marido. No les importaba. Sólo deseaban tierras y poder.
Luego estos exterminadores se metieron en la Universidad de Córdoba para adueñarse de esta entidad del Estado. René quiso impedirlo como muchos otros voceros del pueblo. Fue inútil. Sus deseos de redentor lo hicieron crucificar. Se convirtió en objetivo militar para el gran verdugo: SALVATORE MANCUSO. Éste, sin misericordia (palabra que desconoce) dio órdenes de matarlo en su casa con toda su familia. Pero René se salvó, el resto de su familia también. Fue Alejandra quien no escapó al destino: una bala en la cabeza cegó su vida y sus deseos de defender, como su abuelo, los derechos de los menos favorecidos en esta sociedad que se derrumba en silencio ante los ojos indiferentes de la mal llamada justicia.
ALEJANDRA CAMARGO CABRALES pasó de ser una niña altruista, a ser un delito más de los NARCOPARAMILITARES apoyados por el Estado colombiano.